viernes, 19 de diciembre de 2008

Carta escrita por una joven amiga de Anuj Shaha, de Servas India.


Bombay blood (Sangre en Bombay)

Escuché los disparos toda la noche. Hubo sangre y mutilación durante tres días. El miedo se ha vuelto ahora rabia. El enojo es una cosa buena, nos saca de la indiferencia y la inacción. Estoy enojada por una cantidad de razones. Estoy enojada de que tanta gente haya muerto en esta forma horrorosa. Estoy enojada porque fuimos tan inefectivos en manejar esta crisis. No hubo suficientes ambulancias, no hubo suficientes policías (y los que estuvieron, fueron armados con cañas de bambú), fue imposible para el sistema en su totalidad responder apropiadamente. Estoy enojada que nuestros políticos electos fueron tan negligentes respecto de esta pesadilla. Estoy enojada porque no respondieron a las múltiples advertencias que vinieron de diversas fuentes. Ahora deberemos mirar mientras ellos se vuelven voceros de sus propias agendas, respaldándose unos a otros para continuar. Estoy enojada porque las divisiones de clases están agotándose a sí mismas. ¿Por qué no estamos hablando sobre las docenas de víctimas en V.T.? ¿Por qué tienen ellos que esperar en largas colas para recoger a sus muertos?¿Por qué no valoramos la vida humana más allá de su casta, clase y religión? Así es, el ultraje colectivo de una población es una fuerza poderosa.

Hay una palabra que está apareciendo repetidamente en nuestras pantallas, que promete enfocarse en nuestro enojo y pena. Esa palabra es Paquistán. Como ciudadana joven, tengo miedo de la dirección que está tomando nuestro enojo. Miedo, porque veo que parece que hemos desarrollado una reacción visceral violenta hacia esa palabra. Cuando veo las noticias con mis pares siento la violencia en esa reacción visceral cada vez que se nombra a Paquistán. Y me llena de pavor. Parece haber una incapacidad intrínseca de distinguir entre las personas de un país, el cuerpo gobernante, los militares y los varios grupos extremistas que existen en esa región. Sabiendo que Paquistán es un país frecuentemente en guerra consigo mismo, es a la vez peligroso e irresponsable hablar de ese país como si fuera una única cosa. Actuando así, sólo resultaremos ser dos potencias nucleares mostrando los dientes una a la otra. Eso llevará también a la alienación de comunidades en el límite nacional. Nuestros medios frecuentemente parecen olvidar lo delicado que es Paquistán como tema y juegan un rol definitorio echando leña al fuego. Reconozco el hecho que en algún modo retorcido, esto sirve a los intereses de los medios cuyo rédito hoy depende del incremento del ritmo cardíaco.

Aún más, no es un poco demasiado conveniente? Espero que aún cuando hagamos progresos en identificar la identidad de los causantes de esta atrocidad, no dejemos de preguntarnos sobre nuestro gobierno y la policía. Hacemos las preguntas difíciles y demandamos más responsabilidad. Apuntar los dedos a alguien de afuera no debería quitar presión a nuestra elite política. Esto es para decir que no hablamos del ISI o los campos de entrenamiento, esto es sólo para decir que no dejemos que nuestro dolor ciegue nuestra capacidad de pensar. Alimentando el odio público hacia el vecino, nos hace sentir temporariamente mejor, pero a largo plazo esto es destructivo.

Nuestra rabia contra la capacidad paquistaní de “controlar” sus grupos violentos está un poco fuera de lugar. Simplemente estamos sorprendidos que estos grupos puedan caminar por la calle predicando odio y violencia. Parece que hemos cultivado un talento especial que nos permite sin esfuerzos dejar de ver la devastación y violencia cometida por grupos extremistas indios en contra de los propios conciudadanos. ¿Los señalamos y ponemos a sus líderes tras las rejas? No, les permitimos una libertad irrestricta o a veces como en Gujarat, elegimos reelegirlos democráticamente para que vayan a las oficinas. No veo tras las rejas al grupo organizado que cometió una masacre en Orissa, ni tampoco a nuestros propios conciudadanos que destruyeron la ciudad durante los tumultos del 92-93. Es fácil ignorar nuestra hipocresía cuando nuestras emociones son volátiles y nuestras heridas laten. Si no tomamos un respiro para calmarnos, nuestros golpes en el pecho podrían tener consecuencias desastrosas. Sí, queremos acción. Pero la mayoría de nosotros definitivamente no queremos más sangre en nuestras manos. No usen el lenguaje de la guerra.


Traduccion. Paula F.

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